1. La disertación es una de las formas más
habituales de realizar exámenes en filosofía y suele asimilarse a lo que
más coloquialmente llamamos desarrollo de un tema. El tema sobre el que
se realiza este ejercicio puede ser alguno de los más conocidos que se
ha planteado la filosofía a lo largo de los tiempos, como la libertad,
por ejemplo, o puede limitarse a la explicación de tal o cual teoría de
cualquier filósofo, como sería la disertación sobre la teoría del
conocimiento en Platón, por ejemplo. Cada una de estas opciones tiene
sus propias variantes, por supuesto; pero nosotros vamos a comenzar por
lo que sería la estructura básica de la disertación, que hemos de
considerar común a los dos casos citados. (Claro que lo común, como
veremos a continuación, suele resultar demasiado general y, con
frecuencia, demasiado evidente).
2. La disertación se suele dividir en tres partes
claramente diferenciadas: la introducción, el desarrollo propiamente
dicho, y la conclusión. Sobre la introducción y el desarrollo es válido
lo que se ha explicado para el comentario. La introducción ha de ser
proporcional a la extensión del ejercicio, pero partiendo siempre del
principio de su necesaria brevedad; su objeto es situar al lector en el
terreno adecuado para la mejor comprensión y valoración de lo que
decimos a continuación. No se ha de anticipar, pues, nada que no sea
estrictamente necesario para dicho fin. En virtud de esa relación, es
fácil comprender que no podremos hacer una introducción adecuada sin
saber lo que vamos a decir, por lo que la introducción, pese a ser lo
primero que va a ser leído por el corrector es, realmente, lo último en
lo que nosotros debemos pensar (de dónde se sigue, espero que se vea
esto con claridad, que necesariamente hemos de elborar al menos un guión
previo de nuestro trabajo, lo que requiere utilizar una hoja como
borrador).
3. Ya que se supone que conocemos el tema sobre el
que hemos de disertar es de esperar que tengamos claras las ideas
fundamentales que podemos utilizar. Se trata de seleccionarlas
adecuadamente, ordenarlas, buscar otras ideas adicionales que puedan
mejorar la comprensión de lo que queremos decir y elaborar con todo ello
un discurso coherente en el que se supone que defendemos determinado
punto de vista. En esto consistirá la parte central del ejercicio, el
desarrollo propiamente dicho, sobre el que espero poder ofreceros, más
adelante, algunas observaciones significativas. La conclusión tiene que
presentarse como una consecuencia directa del desarrollo que hemos
planteado, por lo que conviene, antes de ordenar los contenidos del
desarrollo, tener muy claro a qué conclusión queremos llegar. Por
paradójico que parezca, pues, la conclusión, que es lo último que leerá
el corrector, es lo primero que tenemos que tener claro al iniciar el
ejercicio. El orden de la reflexión sería, pues, el siguiente (sobre el
tema de la disertación):
- 1) Qué posición defenderé sobre ese tema. (Conclusión).
- 2) Qué contenidos, argumentos, puedo utilizar para defender dicha opinión, y en qué orden. (Desarrollo).
- 3) Cómo situar al lector para una mejor comprensión del asunto que trato. (Introducción).
El orden de la exposición sería, por supuesto, el inverso, al igual que en el comentario:
Partes de la disertación y características correspondientes
Parte del ejercicio |
Contenidos que desarrolla |
Introducción |
Elaborada en función del desarrollo y la conclusión. |
Desarrollo |
Cuerpo del ejercicio con el desarrollo de los argumentos que me permiten defender la conclusión. |
Conclusión |
Breve exposición y valoración de la tesis defendida. |