Los ordenadores, por muy complejos que sean, carecen de capacidad para entender por qué hacen las cosas. Quedan barreras por romper
Rodney Brooks, uno de los padres de la robótica moderna (director desde 2004 hasta 2007 del famoso Laboratorio de Informática e Inteligencia Artificial del MIT) y creador de iRobot,
la empresa con más beneficios en el sector hasta la fecha, dijo hace
unas décadas: “Me han llamado conservador por decir que es probable que
los robots no conquisten el mundo”.
Frente a algunas celebridades científicas
y a la ciencia-ficción —que auguran un futuro catastrófico en el que la
tecnología nos ha consumido—, los científicos e ingenieros que
trabajamos en los sectores de la robótica y la inteligencia artificial
(AI, en inglés) nos mostramos mucho más escépticos sobre el
supuestamente desproporcionado auge de esas tecnologías en años
venideros. ¿A qué se debe esta divergencia de opiniones tan marcada?
Quienes auguran una catástrofe se basan en una premisa errónea: dan por
hecho que, si la capacidad de proceso de las máquinas se dobla
aproximadamente cada dos años (Ley de Moore), sucederá lo mismo con la inteligencia artificial. Pero esto no es así.
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